martes, 27 de diciembre de 2016
Owlboy - El arte y los videojuegos se dan la mano
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¡Hola a tod@s! ¿Habéis probado ya los alocados combates de Shin Goketsuji Ichizoku: Bonnou Kaihou, el juego de combates en 2D del que hablé en la última entrada? El nuevo año está ya a la vuelta de la esquina, y en todas partes se puede sentir ya esa “magia” típica de estas fechas tan especiales, así que en esta entrada voy a hablar de un juego muy especial, un juego que también tiene su propia magia, un juego al que no he podido quitarle el ojo de encima desde la primera vez que lo vi. Ese juego se llama Owlboy. Veamos qué nos ofrece esta nueva maravilla pixelada que llega hasta nosotros tras un largo y tortuoso desarrollo de casi un década.
Por si algunos aún no os habéis dado cuenta, amo los videojuegos. Sinceramente, creo que no podría imaginarme mi vida sin videojuegos. Creo que sería un vacío que no podría llegar a llenar con ningún otro hobby, por muy exagerado/enfermizo que esto les pueda sonar a algunos, aunque luego entre esos “algunos” los haya que se desgarran la garganta animando a su equipo deportivo favorito como si fueran a ganar ellos, o se gastan un dineral en un bolso en el apenas cabe un teléfono móvil como si eso fuera los más normal del mundo, pero bueno, ese sería otro tema. A pesar de mi pasión enfermiza por los videojuegos, ha habido momentos en los que me he planteado sin esta afición valía la pena, creo que en gran parte debido a la, en mi humilde opinión, excesiva industrialización de esta forma de entretenimiento y arte, porque para un humilde servidor, los videojuegos SÍ son arte, o por lo menos lo pueden ser, como creo que es el caso del juego que nos ocupa en esta entrada. Como decía, ha habido momentos en los que realmente me he cuestionado si valía la pena pasar todas esas horas en esos mundo ficticios en vez de aprovechar el tiempo en el “mundo real”, y creo que parte de esto se ha debido a que los juegos habían perdido un poco esa “magia” que sentía cuando empuñaba mi mando de la NES, o la Super Nintendo, o la Mega Drive, o la Sega Saturn, o la primera PlayStation. Qué tiempos… No me malinterpretéis, me encantan muchos de los juegos actuales, considero que juegos como Mass Effect, Assassins Creed, Call of Duty, Battlefield, Killzone, Dishonored, Bioshock, Splinter Cell, Far Cry, Borderlands, Grand Theft Auto, God of War, Gears of War, Halo, Devil May Cry, Uncharted o The Last of Us, por nombrar solo algunos, son auténticos juegazos con todas las de la ley, tanto si te gustan, como si no, todos con sus virtudes y defectos, y me siento muy afortunado de poder haber disfrutado de muchas de esas joyas del entretenimiento digital, y entiendo también que esto es ante todo un negocio, es decir, de nada sirve crear juegos artísticos o “especiales” si nadie los quiere comprar, después de todo, las facturas no se pagan solas. Aún así, en muchos de los títulos que he jugado en los años recientes había algo que faltaba. Sí, todos tienen unos gráficos geniales, increíbles, con texturas y efectos fotorrealistas, pero en muchos de ellos “faltaba algo”. Sé que muchos me van a considerar otro “guerrero de la nostalgia” con el cuento de que lo de antes siempre era mejor, pero para ser sincero, a pesar de todo lo que esos títulos ofrecían, muchos de ellos, al terminarlos, pronto caían en el completo olvido. Si os soy sincero, de no ser por los logros/trofeos para probar que me los he pasado, si me preguntarais por la historia de algunos de los títulos que he mencionado antes, probablemente habría lagunas que no podría rellenar, y casi podría parecer que no he jugado ni uno solo de ellos, aunque bien podría ser también porque soy uno de esos que “no se olvida la cabeza porque la lleva pegada al cuerpo”. No sé, simplemente, no se me quedan. Esto no quiere decir ni mucho menos que sean malos juegos, pues los he disfrutado todos y cada uno de ellos, cada cual a su manera, pero “no se me quedan”, no como se me han quedado juegos como Chrono Trigger, The Legend of Zelda A Link to the Past, Final Fantasy VI, Guardian Heroes o Super Metroid entre muchos otros. A veces he pensado simplemente que es porque he jugado ya tantos juegos a lo largo de mi vida, que es muy difícil seguir sorprendiéndome, lo cual es lógico, bueno, eso, y que, por supuesto, ya no veo el mundo a través de los mismos “ojos de niño” con los que una vez observaba todo. Sea como sea, en los años recientes notaba que ha habido varias ocasiones en las que me había planteado si no era ya hora de “colgar el mando” y buscar una nueva afición. Supongo que algunos dirían aquello de “por fin estás madurando, ya tocaba”. Sin embargo, en las varias veces que he realizado un “amago de abandono”, siempre ha aparecido un título que me ha convencido de que aún puedo volver a sentir esa magia, que en esta industria, por suerte o por desgracia, no todo son frames por segundo, 1080p y beneficios, que aún hay espacio para “la magia”, o por lo menos eso creo, aunque quizá simplemente solo soy un adicto inventándose cualquier escusa para justificar la “recaída”. Sea como sea, Owlboy es uno de esos juegos que me ha hecho volver a sentir “la magia”, uno de esos juegos que me ha hecho “recaer”, que me ha hecho “recuperar la fe cuando estaba perdido”, y es por eso que quería dedicarle una entrada en este blog.
Empezaré, como casi siempre hago, hablando de la historia del juego. La historia de Owlboy nos pone en la piel, o mejor dicho plumaje, de Otus, un muchacho perteneciente una raza antropomórfica conocida como los Owls, de ahí el título de la aventura. Pero Otus no es un héroe de videojuego convencional, de hecho, es más bien todo lo contrario a lo que esperamos ver en el típico personaje de un videojuego, así que ya os aviso que si estáis buscando otra historia de valientes guerreros y soldados letales, os vais a llevar una gran decepción… o a lo mejor no. La aventura comienza con un sutil tutorial que, no solo servirá para explicarnos los aspectos básicos del control del personaje, sino que nos pondrá en situación de quién es exactamente nuestro personaje, y la verdad es que nuestro personaje es lo que muchos describirían como un auténtico perdedor al que todo le sale mal sin importar cuánto se esfuerce, un muchacho perdido e inseguro que solo quiere ser aceptado por los demás, y, que por si fuera poco, es mudo, lo que hace que no pueda expresarse bien, haciendo que se sienta aún más aislado de los demás, además de ser la excusa perfecta para el típico “héroe mudo” que aparece en tantos videojuegos. Pero la vida del joven Otus pronto dará un giro inesperado cuando de repente un día unos piratas atacan su aldea natal, forzándole a sacar valor de donde no hay para unir sus fuerzas a las de su mejor amigo, Geddy, para embarcarse en una aventura que le llevará por todo el precioso mundo del juego en busca de una solución para poder ayudar a su gente, a la vez que descubrirá los secretos del mundo en el que habita. Sé que en un principio la historia de Owlboy podría parecer muy simplista, y, de hecho, creo que lo es, pero en parte es ahí donde radica su magia, es uno de esos cuentos “para todas las edades”, y si Square-Enix ha logrado realizar un gran trabajo a la hora de trasladar a la pantalla el sentimiento de camaradería entre Noctis y sus colegas en Final Fantasy XV, os puedo asegurar que poco o nada tiene que envidiarle Owlboy. Es sorprendente como con tan poco, los chicos de D-Pad han logrado contar una historia que toca temas tan complejos y a la vez cotidianos como la amistad, hacer frente a la inseguridad y el rechazo, las ansias por “ser como los demás” y otros muchos temas con los que seguro que muchos jugadores podrán sentirse identificados de alguna u otra forma, logrando crear un personaje al que realmente se le llega a coger cariño a pesar de que un principio solo era “un inútil que no servía para nada”, bordando una historia que parece sacada directamente de las mejoras películas de Ghibli o Disney.
En lo que a la jugabilidad respecta, Owlboy es un juego difícil de catalogar, aunque se podría decir que es un Metroidvania con toques de plataformas e incluso algo de sigilo. Sí, todo eso. El juego nos permitirá campar a nuestras anchas desde el principio de la aventura, aunque como suele pasar en los Metroidvania, habrá zonas a las que no podremos acceder hasta que no hayamos conseguido primero la habilidad necesaria para ello, además de zonas secretas que nos permitirán conseguir más monedas para comprar mejoras para nuestros personajes, así como conseguir más información sobre el mundo en el que viven los protagonistas. Conforme vayamos explorando las diferentes zonas que componen el mundo del juego, tendremos que superar zonas llenas de obstáculos que podrán a prueba nuestra pericia volando, así como zonas que tendremos que superar sin ser detectados por los enemigos o puzles que tendremos que resolver para poder seguir avanzando. Como he comentado antes, Otus no es el típico héroe de videojuego, y sus acciones son muy limitadas. A parte de poder volar, solo podrá hacer una especie de ataque giratorio que le permitirá aturdir a los enemigos o destruir ciertos objetos, así como coger objetos y lanzarlos. Por suerte, el “inútil” de Otus no estará solo, pues otros personajes se unirán a él durante la aventura, cada cual con sus propias habilidades especiales, y que al igual que Otus, todos tendrán que hacer frente a sus demonios internos, situación que el juego aprovecha para transmitir uno de sus mensajes: la unión hace la fuerza. Uno a uno, todos ellos no son más que unos “fracasados”, pero juntos serán capaces de hacer frente a obstáculos que nunca antes creerían haber poder superado. El primero en unirse al grupo será Geddy, el cual posee una pistola que nos permitirá disparar a los enemigos y destruir ciertos objetos. Otus podrá intercambiar a sus compañeros en cualquier momento, permitiéndonos experimentar con sus habilidades para poder resolver los diferentes puzles del juego. Pero el trabajo en equipo no se reducirá solo a los puzles, sino que se trasladará también a los combates. Durante nuestra aventura nos cruzaremos con enemigos a los que no podremos derrotar con las habilidades de un personaje en concreto, por lo que tendremos que combinar las habilidades de dos personajes, así que, por ejemplo, habrá enemigos acorazados a los que tendremos que aturdir primero con el ataque giratorio de Otus para poder rematarlos luego con la pistola de Geddy. Por supuesto, como el buen Metroidvania que es, además de los enemigos comunes, tendremos que hacer frente también a los jefes de turno, cada cual con sus propios puntos débiles que deberemos descubrir para poder acabar con ellos. En definitiva, Owlboy ofrece una experiencia clásica adaptada a los tiempos actuales, y aunque quizá peca de ser algo facilón, no tengo duda alguna de que el juego logrará encandilar desde el primer instante a los amantes de este tipo de juego.
Si hay algo en lo que Owlboy destaca claramente, es en sus evocadores y preciosistas gráficos en 2D, pues el juego cuenta con uno de los mejores acabados en 2D jamás vistos en un videojuego, tanto por el diseño de sus personajes, como el diseño del mundo del juego, con pantallas llenas de todo tipo de detalles que hacen que el mundo de ensueño del juego cobre vida, un mundo que, al igual que sus historia y personajes, parecen sacados directamente de la última gran producción de Ghibli o Disney, aunque lo que realmente llama la atención son las animaciones, las cuales ayudan a expresar perfectamente el estado de ánimo y la personalidad de todos sus personajes hasta un punto que no vemos ni siquiera en algunos de los mejores juegos en 3D modernos debido al enfermizo nivel de detalles con el que éstas han sido elaboradas. Owlboy es una obra de arte que supura amor y dedicación por todos y cada uno de sus píxeles, demostrando (una vez más) que este estilo gráfico está muy lejos de estar tan acabado como algunos dicen, y que puede ser tan expresivo y evocador como la mejor de las producciones en 3D.
Al igual que los recientes Final Fantasy XV y The Last Guardian, se puede decir que Owlboy es “otra historia con un final feliz” tras casi una década de desarrollo, aunque al igual también en esos casos, Owlboy es un juego con el que no todo el mundo podrá empatizar a pesar de su indudable calidad, un juego atacará directamente a la fibra sensible de los más nostálgicos, aunque sin cerrar la puerta a las nuevas generaciones. Tanto si eres amante de este tipo de juegos en concreto, como si eres amante de los videojuegos en general, Owlboy se merece que le des una oportunidad, aunque solo sea por la cantidad de esfuerzo y amor que este pequeño equipo de desarrollo le ha dedicado, amor y esfuerzo que se ha visto recompensado con un resultado final al que, sin ser perfecto, pocos “peros” se le pueden achacar, un título que, a pesar de intentar imitar a los clásicos, curiosamente lograr transmitir una personalidad propia que (por desgracia) pocas veces se ve últimamente en la industria. Sea como sea, dadle una oportunidad a Owlboy, la industria se merece (y en mi humilde opinión necesita) más juegos como este. El juego está disponible en exclusiva para PC a través de Steam, aunque el equipo tiene planes para otras plataformas. D-PAD, si alguna vez leéis esto, ¡ESTE JUEGO SE MERECE UNA VERSIÓN FÍSICA!
Muchas gracias por todo vuestro apoyo a lo largo del año, y nos vemos el año que viene para seguir hablando de esos juegos de los que no muchos hablan, pero que muchos deberían conocer. ¡Feliz Año Nuevo!
VÍDEO GAMEPLAY: https://www.youtube.com/watch?v=uPsBt0OdBH4
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